Parece normal que en la búsqueda de una buena idea saltemos a procurar referencias, otras ideas, algo “parecido” a lo que soñamos, o incluso algo que pueda ayudar a inspirarnos a tener una idea “como esa”. Así nos convertimos en devoradores de frustraciones, dándonos cuenta que al parecer “a alguien ya se le había ocurrido antes, y de mejor forma”, pero las verdaderas ideas habitan en la realidad.
Es una búsqueda común el querer ser más creativo.
Todos deseamos una imaginación vívida, explosiva, que desemboque en ideas atractivas e increíbles que nadie antes haya pensado.
Pero me atrevo a decir que para ese propósito, esforzarse por ser más creativo no solucionaría nada. Estamos comenzando por la búsqueda incorrecta: en vez de querer ser más creativos, deberíamos buscar ser más perceptivos.
Nuestra capacidad creativa proviene de la habilidad de percibir la realidad e interpretarla, de cómo “conectamos los puntos”, y mezclamos los ingredientes que habitan naturalmente en nuestra riqueza interior para cocinar nuestras propias recetas.
El ingrediente más poderoso para crear, es la verdad, y hablar de la verdad es lo que hace falta en estos días cuando escasea tanto. ¿Por qué la verdad es tan poderosa?
Las historias que nos atrapan, aunque sean ficticias, tienen en su contenido algo más profundo que sólo una trama atractiva, tocan temas que nos importan, hablan de la verdad. La verdad es diferente a la realidad, la verdad revela principios universales y profundos que conciernen a toda la humanidad. La realidad es el empaque con el que percibimos lo cotidiano.
Por eso, para aprender a expresar la Verdad, necesitamos primero aprender a percibir el mundo. Ese, es el verdadero trabajo de un creativo.
Las ideas están en la vida, habitan en el día a día. Para encontrarlas hay que aprender a mirar:
Para lograr esto es necesario empezar a buscar menos referencias, y empezar a vivir más con una disposición receptiva ante cada momento con el que nos enfrentamos. Percibimos más, viviendo más.
Viviendo más aprendemos a ver más allá de las convenciones sociales, a veces las reglas pueden ser enemigas de la creatividad y hasta de la percepción (esto da para otra discusión posterior).
Por eso, el verdadero catalizador de la creatividad, es la profundidad y la riqueza con la que alcanzamos a mirar el mundo.
La tecnología ha acercado al mundo ante nuestros ojos, pero a veces, solo aprendemos con ella, a mirar el mundo a través de percepciones prestadas y no aprendemos a desmenuzar el conocimiento que la tecnología nos acerca. Por eso, no tiene que ser forzosamente parte del proceso creativo.
La búsqueda de las ideas, no ocurre individualmente por cada idea que queramos tener, es un proceso permanente y constante. Es entender que cultivar momentos significativos y relaciones profundas es el mejor abono para cosechar ideas relevantes, combinadas con emoción y conocimiento, capaces de sacudir al mundo, pues el mundo habrá de identificarse con ellas. Solamente a través de una percepción profunda de la verdad, podremos empezar a solucionar problemas reales y necesidades reales.
Y ahora sí, a ver referencias para aprender estructuras y estrategias de realización, no a tener ideas.