Ideas

Por Davo Gtz. Hace 2 años En design agency, trabajo en equipo.

¿Es posible reencontrarnos con desconocidos?

Si trabajas en una agencia o en cualquier otro lugar y escuchas a tus compañeros todos los días, charlando y hasta bromeando con ellos a través de Zoom, es difícil catalogarlos como desconocidos. Sin embargo, se me hace casi paradójico decir que conozco a una persona si nunca he coincidido con ella.

Así era para la mayoría de los que hoy integran el equipo de Nett. Habiendo ingresado en plena pandemia y con la modalidad de home office, algunos tenían más de un año colaborando en la empresa sin haberse visto una sola vez en persona. Todo por medio de un enlace de Zoom.

Ese es mi caso en la agencia, participando en reuniones diarias con algunos, semanales con otros y quincenales con todos los integrantes del equipo. Es normal que por cada proyecto —especialmente al inicio— tengamos una sesión de brainstorming o llamadas rápidas que resuelven en cinco minutos lo que se tarda diez a través del chat.

Al principio era nuevo para mí. No las sesiones de brainstorming el Zoom, sino la colaboración con tantas personas.

Nunca había trabajado en una agencia antes de llegar a Nett. Toda mi carrera como copy la había desempeñado como freelancer y no tenía mucha perspectiva sobre lo que sucedía luego del “Muchas gracias”.

Fue una sorpresa conectar tan bien con tantas personas en muy poco tiempo, especialmente cuando estaba cómodo con una rutina estructurada y me centraba únicamente en mi parte del trabajo. No entré con una predisposición, pero si con el temor de salir de la zona de confort y encontrarme indefenso ante la dependencia del trabajo de otros en la agencia. El miedo duró treinta minutos.

En media hora, tuve tres reuniones con los que fueron mis primeros líderes de proyecto, cuyo entusiasmo y energía fueron el antídoto para olvidarme de la inquietud que me acompañó en la entrada.

Luego de cuatro meses de home office, participando en proyectos que fortalecían cada relación profesional que he cultivado en la agencia, sentía que algo seguía igual. Aun cuando participaba en muchas sesiones rutinarias o workshops que me hacían sentir parte de un equipo, algo no terminaba de hacer click.

Noté que los consejos, regaños y hasta los memes que compartía con mis compañeros de equipo —apenas un 30% de la empresa—, venían de un rostro que estaba en una pantalla. Con esta realización, el deseo por empezar a convivir ocasionalmente con mi equipo invadió la comodidad que tenía trabajando y escribiendo en la tranquilidad de mi sala.

Y en esa semana, recibimos la notificación de la reunión presencial.

El reencuentro.

El primero de octubre, más de la mitad del equipo se reúne para vernos las caras —con cubrebocas— en persona, para muchos por primera vez. La sensación de familiaridad fue muy extraña, ya que no habíamos estado tantos juntos simultáneamente, pero tampoco sentía la desconfianza que siento con un extraño.

Llegar tarde trae ciertos beneficios. En mi caso, ya habían pasado la primera fase de una reunión. Esa tensión inicial que se forma cuando no son suficientes integrantes para “comenzar” el evento. Lo primero que noté fue que tenía meses sin escuchar el ruido de más de cuatro conversaciones compartiendo el mismo lugar, algo que solo puede generar un grupo de más de quince personas.

Los aperitivos pudieron haber ayudado en algo. Antes de la reunión, decidimos que la mejor manera de romper el hielo era rompiendo el apetito y pedimos dos pasteles para amenizar la tarde.

Aun cuando sentí cierta timidez por no haber visto a nadie de la agencia en persona previo a la reunión, las docenas de reuniones por Zoom me sirvieron como base para mi small talk con los que ya había conversado en línea.

La manera en la que organizaron la tarde fue perfecta: luego del pastel y casi una hora de convivencia, nos relajamos lo suficiente para participar en las dinámicas que habían preparado. Si alguna vez organizarás un reencuentro o algo por el estilo y no sabes muy bien qué actividades incluir, estas dos te pueden servir.

Agencia de Enredados.

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Las instrucciones para el primer juego fueron simples: conseguir un compañero con el que no hemos interactuado mucho y atarnos las manos con dos cuerdas, formando un simple nudo entre nosotros. La misión era simple: anudar las cuerdas sin poder cortarlas o desatarlas.

Nos sirvió para conocer a las personas que —la mayoría— observamos en mute durante las reuniones quincenales.

Arcoíris de Preguntas y Respuestas.

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La segunda dinámica era una sesión de preguntas y respuestas y consiguió el propósito de toda la reunión: conocer a los miembros del equipo. Antes de comenzar, nos dieron 6 M&M’s a cada uno, asignando una pregunta a cada color:

​​🟡 Amarillo: Algo padre que hayas vivido, apreciado, en la pandemia.
🟢 Verde: Algún reto qué superar, en la pandemia.
🔵 Azul: Algo de ti, quien eres, hobby, edad, ciudad de nacimiento, comida favorita
🔴 Rojo: Si pudieras tener un superpoder, ¿cuál sería?
🟤 Café: ¿Qué otra cosa te apasiona fuera del trabajo?
🟠 Naranja: ¿Qué hay en tu lista de deseos?

Cada persona de la agencia tenía que revelar algo sobre ella: De dónde vienen, hacia dónde planean ir, gustos, costumbres, y demás detalles que me permitieron empatizar de alguna manera con cada persona que tomaba la palabra.

¿Cuál es el punto?

Toda la reunión y especialmente esta última parte cumplieron el propósito perfecto de conocer a la persona detrás de la foto de perfil del Slack.

Casi un mes después, tuvimos una segunda reunión en donde asistieron algunos que no pudieron llegar a la primera. Quizás ellos tuvieron la misma sensación que yo tenía de haberse visto antes con estas personas. O no.

Aprendí que compartir ideas diariamente con las mismas personas crea una confianza que se puede palpar en el primer encuentro o reunión. Sea laboral o social.

Así que, para responder a la pregunta inicial, no. No es posible reencontrarnos con desconocidos, pero si es posible conocer dos veces a las mismas personas. Esta reunión fue la prueba de ello.

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