Ideas

Por Davo Gtz. Hace 6 años En storytelling.

«¡Ya vámonos al mejor circo del mundo papá!”.
Me dijo, Alex, mi hijo de 7 años.

La verdad es que a la mera hora, aún después de haber pasado la prueba de la graaan inversión, iba con un poco de dudas. 

Dudas de si Joy (4) y Alex lo iban a poder disfrutar como Yuri y yo.

Ya sabes, el span de atención a corta edad no es un tema menor.

En fin, llegamos al Cirque du Soleil y no fue difícil dejar en pocos segundos esa incertidumbre.

La experiencia inmersiva,
cercana,
colorida,
que contrastaba acertadamente,
entre la nostalgia y el asombro,
entre la música con destellos del ayer
y refrescada con trazos del México del hoy,
global y moderno.
Como cada uno de nosotros.

Una experiencia que nos hacia olvidar
que solo una carpa nos separaba
de las calles que a diario transitamos.

Entonces llegó la parte que detonó este relato,
la que mas disfruté
y la que me enseñó algo que quiero compartirte:
la parte del malabarista.

Inició con 4 conos.
Incrementando el reto y dominándolos, hasta 6, casi 7…
El entusiasmo crecía y Alex gritaba:
“¿Es en seriooo?”.
Los de la fila de enfrente volteaban a vernos.
“¿Otro?”, repetía Alex con más asombro. 

Él admiraba su valentía mientras otros quizás dudábamos,
o cuestionábamos si ya era parte del “show” incrementar los aplausos en forma “barata” y artificial al simular la dificultad cuando todo en realidad ya estaba practicado. 

Llegaba así el séptimo cono,
anunciado con tambores que nos cortaban la respiración,
tanto a crédulos como Alex y escépticos como yo,
el malabarista intentó elevarlos uno por uno
y entonces falló.

Cada cono cayó en el suelo. 

¿Que iba a hacer el malabarista?
¿Esconder el error?
¿Intentarlo de nuevo hasta alcanzarlo? 

Los fue recogiendo uno a uno expresando un “¡chin!”,
en lenguaje corporal,
e inmediatamente se inclinó
y agradeció al público
cautivándonos a todos por dale la oportunidad de intentarlo.

Y entonces descubrí,
que el circo más grande del mundo (como dice Alex)
más que intentar ser perfecto,
más que buscar mi aplauso,
me hizo partícipe de su historia.

Logró que juntos viviéramos la experiencia de total riesgo,
la de lanzar la moneda al aire,
sin importar el resultado
sino la vivencia real y auténtica…

Y ahí radica su grandeza.
En dejarlo todo en el escenario,
olvidando el resultado,
logrando inspirarnos
a nunca dejar de intentarlo.

¡Hola!





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    *Protegido de spam, claro.