En las últimas semanas se ha repetido la situación: me entero de la muerte de alguien y acudo a las capillas a darle el pésame a la familia. Algunos han sido más cercanos que otros, hijos de amigos, esposos de amigos, padres de amigos.
El último de esos casos fue hace una semana, cuando falleció el buen Jorge Saenz Unger. Tuve la oportunidad de trabajar con él en muchos proyectos, primero cuando era socio de Grupo Cinco Publicidad y posteriormente cuando estableció su propio despacho, Saenz Unger & Asociados. Aunque con los años tomamos rumbos diferentes, seguíamos en contacto y cada cierto tiempo me hablaba porque me había recomendado para un trabajo o me pedía que lo apoyara con alguno de sus clientes, el último, si mal no recuerdo, fue para el Sorteo de la Siembra Cultural.
Me enteré de su muerte por un comentario en las redes sociales de otro buen amigo, Benjamín Rivera. “Cáncer de pulmón”, me dijeron cuando le pregunté la causa a otro buen amigo que continuaba en contacto con él, Paul Delgado.
“Nos vemos en el funeral” les respondí. No pude ir, no por falta de ganas, sino porque a la hora de su velación estaba muy lejos de donde se realizaban las exequias. El don de la ubicuidad no me acompaña.
De regreso, quise poner en la misma red un comentario sobre su muerte. Algo como “para allá vamos todos” o “descansa en paz, amigo”. No lo hice porque no le encontré sentido: creo firmemente que los sepelios no son para despedir al muerto, él ya no está, lo que se pudo hacer ya se hizo o se dejó en el baúl de las buenas intenciones. ese capítulo está cerrado para siempre.
No, creo que el sepelio es para estar con los que se quedan, los vivos que están pasando por un momento difícil ante la pérdida de un familiar, ya sea padre, hijo, esposo o hermano. Si vamos a las capillas es por ellos, queremos ayudarlos a hacer más llevadero el momento, buscamos que sientan el cariño que les tenemos porque hemos compartido cosas juntos y nos duele su dolor.
Pero también hacemos algo que traspasa ese instante, que no se queda en un abrazo y una lágrima que apenas se contiene. Lo que hacemos es darles un empujón de ánimo ante lo que se viene, porque el día del sepelio y la semana siguiente no falta quien los acompañe, quien les dé aliento y quien se desviva por sacarlos de sus pensamientos para con la persona que ya no está.
Pero con el paso de las semanas la pérdida se hace más presente, cuando las condolencias han dejado de llegar se entiende la verdadera magnitud de la ausencia. Por eso, muchas parejas de edad se van uno tras el otro, no soportan la vida sin su compañero y la nostalgia por el pasado les va minando las fuerzas.
Entonces es importante acompañar a los deudos, mostrarles el cariño que se les tiene, hacerles ver que tienen a un amigo, familiar o compañero para transitar por ese duelo y hacerlo más llevadero. “A los amigos se conocen en la cárcel y en la enfermedad”, dice el refrán, también se les conoce en los sepelios.
De eso se tratan los sepelios y de eso se trata nuestra presencia.
@pedrodeisla
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«La marca es solo una abstracción. A veces uso esa palabra pero no soy un gran fan de ella porque a veces cuando la gente habla de administrar su marca se alejan de la autenticidad. Tu marca es solo la forma en que la gente piensa de la compañía o el producto, por lo que no pienso que la marca sea más importante que el propósito o los valores de la organización. We’re not retailers with a mission, we’re missionaries who retail» – John Mackey, CEO de Whole Foods Market
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