El pasado fin de semana tuve que ir a la farmacia. Mi hija mayor amaneció medio enferma y debía comprar unas pastillas –antifludex– para tratar de calmar sus malestares. Llegué a una sucursal cercana a mi casa y entré.
El lugar estaba casi vacío y al parecer dos trabajadores hacían un inventario. Ya antes debí comprar ese medicamento, así que me dirigí a donde siempre lo tienen, en la parte de atrás de la tienda. Sin embargo, al pasar por uno de los pasillos, noté que ahí también tenían cajas de esas pastillas, así que tomé una. De inmediato me llamó la atención lo liviana, así que la revisé y me di cuenta de que la habían abierto y estaba vacía.
Intrigado, le pregunté a la dependienta y me dijo que, en efecto, ahí tenían el medicamento, pero que estaba atrás, en la bodega, porque la gente abre las cajas y se lo roba.
Asombrado, revisé otras cajas y me di cuenta que pasaba lo mismo. La señora me explicó, con un dejo de amargura, que el robo de mercancía variaba por temporadas. En invierno, por ejemplo, los productos para la gripe eran los que más desaparecían, mientras que en otras épocas eran otros productos.
Cuando le comenté que cómo controlaban eso y si los denunciaban, ella me explicó, molesta, que no lo hacían porque a la empresa no le importaba perder el tiempo en un robo pequeño, pero que si faltaban cosas se las descontaban a los empleados, pues era su responsabilidad que no robaran nada. Lo peor es que los ladrones lo sabían y aprovechaban esa falta de compromiso del negocio para intentarlo al grado de que algunos estaban vetados de entrar.
Entonces miré la farmacia: había muchas cosas y formas de robar si sabes que no te van a denunciar. Y la actitud de la trabajadora denotaba cansancio (a pesar de que era temprano). Eso me recordó otros casos que conozco en donde la tienda les descuenta la mercancía perdida/robada a la tienda.
Traigo todo esto a colación porque precisamente en esta semana me llegó uno de esos posts en donde aparece una personalidad y una frase que se le atribuye, No sé si la frase realmente sea de él, pero la que me llegó decía: “Los clientes no son lo primero, los empleados son lo primero. Si cuidas de ellos, ellos cuidarán a tus clientes” y la firmaba Richard Charles Nicholas Branson, el multimillonario dueño de “Grupo Virgin”. A lo largo de la vida he comprobado que eso es cierto.
También hay otra frase que he escuchado en más de una empresa: “Hago como que trabajo porque hacen como que me pagan”. Parece tratarse de malos sueldos aunque, platicando con las personas que la dicen, te das cuenta que no necesariamente hablan de dinero, sino del trato, el ambiente de trabajo, las cargas desproporcionadas y de un largo etcétera. Y es que si pasamos tanto tiempo conviviendo con otras personas y de ellos depende nuestro futuro económico, lo menos que se esperaría es poder enfocarse en él y no estar lidiando con otro tipo de situaciones que no solo entorpecen, sino que impiden el trabajo.
Salí de la farmacia con mi compra y me quedé pensando en el tipo de remedio que necesita esa cadena de tiendas. Sin duda una medicina que resolverá muchos problemas, solo que falta convencer al dueño –o directivo, ejecutivo o como se le quiera llamar– de que la necesita. Por desgracia, muchas veces el enfermo es el menos dispuesto a reconocer los síntomas, hasta que ya no hay remedio.
@pedrodeisla